“Si sabes elegir el vino adecuado, también  potenciarás los sabores y cualidades de la comida”

 

En este caso hablaremos un poco del excelente maridaje que encontramos en la combinación entre VINOS Y ALIMENTOS TERROSOS que MUTUAMENTE SE HACEN ECO, REPERCUTEN EN NOSOTROS y nos dan unas espléndidas ideas a la hora de preparar nuestro plato

Pues bien, en primer lugar debemos saber qué es esto de “terroso”; se suele referir a una de las familias de sabores en el vino, es decir, “sabor a tierra” o “aroma entre tierra recién mojada y polvo, característico de uno de los matices de los tintos de uvas maduras de cabernet y merlot (Los encontramos en las uvas de ciertos pagos)

También te hacen pensar en setas, en paseo por el bosque, en la tierra removida del jardín, en hojas secas, etc. etc.

En relación con las setas que contienen una diversidad de texturas, sabores y aromas al igual que los vinos, debemos tener presente, y esto es importante, que ninguno de los dos, ni las setas ni el vino, destaque por encima del otro.

Para acompañar recetas con setas, por su aroma terroso que tienen las setas, los mejores vinos que generalmente suelen combinar es con el blanco chardonnay, donde una crema de setas o cocinadas a las brasas como puede ser el robellón, sería una opción genial.

Y así hablando de sabores, los vinos tienen sabores o mejor dicho “aromas bucales”, pero no tienen un sabor determinado. Por ello nos referimos a otras familias de sabores, están los vinos afrutados; los que te hacen pensar en frutas cuando los tienes en la boca; los especiados (canela, clavo o pimienta); los herbáceos que te recuerdan a hierbabuena, menta etc.

Los expertos en vinos y gastronomía reconocen dos principios que ayudan a maridar vino y comida y son: la complementaridad y el contraste.

  • La complementariedad aconseja escoger un vino que se parezca de algún modo al plato que se piensa servir. En general, se apunta al parecido por el sabor.

Piensa en los sabores de un plato del mismo modo que piensas en los sabores de un vino”

Así si un plato tiene un sabor terroso, luego piensa qué vinos pueden ofrecer el propio sabor terroso. El mismo juego se pueda dar con las demás familias frutal, herbáceo, especiado o lo que sea.

En un plato potente en carne, como un estofado, estaría muy bien con un vino robusto, alto en alcohol y de cuerpo pleno, especialmente si éste tiene sabores terrosos como los de los tubérculos del estofado.

  • El contraste procura hallar en un vino sabores o elementos estructurales que no están en el plato, pero que pueden realzarlo.

Un plato de sabores complejos, fúngicos, terrosos, como las setas tipo rebozuelo y las judías verdes (o patatas y trufas negras), puede contrastar muy bien con el  puro sabor a fruta del riesling de Alsacia.

Usamos este principio de contraste cada vez que servimos comida simple, como chuletas de cordero o queso duro y pan, con un vino gloriosamente complejo y añejo.

Por tanto debemos tener una idea bien clara del sabor de la comida y del gusto de los distintos vinos.


En vino y comida interesa conocer las parejas clásicas porque son seguras:

Ostras con Chablis.

Cordero con Burdeos tinto.

Jabalí salvaje con el Chianti es fabuloso también con el cordero.

Carne salteada con Barolo.

Beef bourguignonne con Borgoña tinto.

En fin, Tierra de Bodegas te aconseja crear tu propia lista de favoritos maridajes.

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